Monday News: ¿Con qué escribes?
Dedicado a Care Santos, amiga del alma y coleccionista de plumas
En mis inicios como escritor, utilizaba una máquina de escribir Remington (la de la foto). Yo tendría unos diez años y se la pedía prestada a mi abuelo Francisco —me pusieron el nombre por él—. Parte del ritual era cargar con el maletín que contenía este pesado trasto de hierro, un modelo americano que además de su penetrante olor a tinta emitía un disparo por letra.
Con esta máquina escribí mis primeros cuentos. Luego, en mi adolescencia, tuve una Olivetti Lettera 10 de color blanco. Con ella redacté fanzines, poemas, relatos existenciales y letras de canciones.
A los 17 años, dejé de escribir. Pero no porque considerara que ya lo había dicho todo, como le sucedió a Rimbaud a los 20, sino porque ni siquiera sospechaba que yo fuera escritor. No creía tener un talento especial para esto. Pensaba que escribir era algo que podía hacer cualquiera. Lo que yo deseaba era componer bandas sonoras de películas.
Pasaron 10 años en los que lo único que escribí fueron los cuadernos de viaje que me pedía mi buena amiga Katinka. A ella le encantaba leer esos cuadernos que —según me aseguraba— le hacían viajar conmigo. Para esos reportajes, que recogían toda clase de anécdotas y extraños encuentros, utilizaba bolígrafos capaces de resistir toda clase de inclemencias.
Sobre los 27 volví a la escritura para redactar obras de teatro. Lo hice en el primitivo ordenador de mi entonces suegro —un arquitecto lleno de bondad e inteligencia— y las imprimía con una estridente impresora matricial.
Escribía con un fin muy concreto: para poner actores en el escenario y poder dirigirlos. La pasión me duró un par de años, y aquellas obras incluían canciones e incluso momentos de baile.
Terminada esa etapa, tras unos años de silencio, volví a la escritura en un largo viaje a la India. Tal vez porque por las noches estaba todo cerrado, allí escribí con bolígrafo una novela entera en una libreta que, a mi regreso, transcribí al ordenador. La novela, Perdut a Bombai, fue publicada por una buena editorial, y yo me convencí de que, para escribir bien, había que hacerlo a mano y en una libreta lo más gorda posible.
De hecho, había leído a un editor que aseguraba que podía detectar enseguida cualquier texto que fuera escrito directamente al ordenador, como si aquello fuera un texto de calidad inferior.
Después de tantos años de escuela y universidad, yo estaba cansado de los bolígrafos, y de hecho nunca me ha gustado que haya que apretar —aunque sea un poco— para escribir, así que me pasé a la pluma estilográfica.
Tenía una Pelikan que me había regalado mi primera novia, pero se cargaba con émbolo en el tintero y a veces lo acaba manchando todo, así que utilizaba más una pluma japonesa Tombow de color negro que me había regalado mi primo Eloi, que hace un par de días habría cumplido 60 años (Te seguimos recordando y añorando).
Cargaba el cartucho de royal blue en mi estilográfica y me ponía a garabatear en un sólido cuaderno de 200 hojas (400 páginas) de tapas duras y lomo de tela. Lo hacía todos los días de 13h a 16h, y de este modo nacieron novelas como Un haiku para Alicia.
Este método era muy romántico, pero francamente engorroso. Después de corregir cada línea, a veces no comprendía mi propia letra. Y luego había que pasarlo al ordenador y revisar posteriormente la transcripción. Es decir, que triplicaba el tiempo para cada página.
A medida que iba publicando, al convertirme en escritor prolífico me vi en la necesidad de escribir directamente al ordenador. Pulso las teclas solo con dos dedos —los índices— y uso ambos pulgares para darle al tabulador. Con todo, soy muy rápido.
Ya no escribo en libretas, ni siquiera mis notas, pero los instrumentos tradicionales de escritura han vuelto a mis manos para dedicar libros, como haré este próximo Sant Jordi. Desde que empecé a publicar, debo de haber firmado decenas de miles de libros, la mayor parte en mis book tours por la India.
Enseguida vi que la estilográfica no es una buena aliada para estas tareas. La tinta traspasa el papel de algunas ediciones y eso no me gusta. Por eso me pasé al roller, que es lo que utilizo hoy en día para ese menester y para algún apunte que tomo de cara a las conferencias.
Siempre tengo a mano dos o tres rollers. En un cajón guardo un par de la casa Montblanc, entre una docena más que me han regalado, pero los saco de casa pocas veces porque tengo miedo a perderlos u olvidarlos, algo muy típico en mí.
Los que corren por mi mesa son los de batalla, y me acompañan a todas partes hasta que desaparecen.
Ahora mismo me acompañan tres rollers de carcasa roja (en la foto): un Lamy, ese instrumento alemán que nunca falla; un Scriveiner, la nueva marca creada por una pareja británica; y un Cross modelo Bailey Light, cuya escritura deja un poco de desear —quizás sea un problema de esta carga—, ya que la punta se emborrona.
Explicado todo esto, os deseo felices escrituras y un genial Día del Libro (por cierto, este artículo se ha escrito con un MacBookAir).
Taller de escritura online con Silvia Adela Kohan
Para los escritores que se lamentan por no poder acudir a nuestro taller en la Rioja, os anuncio que, con mi querida Silvia Adela Kohan, daremos un curso online de 10 horas durante cuatro miércoles de 18:30 a 21:00, el 28 de mayo y el 4-11-18 de junio. Las inscripciones se abrirán el día después de Sant Jordi, pero podréis pedir información aquí: silviadelakohan@gmail.com
¡Un abrazo enorme!
Francesc
Yo empecé por acumular muchísimas libretas, luego me pasé totalmente al ordenador, y ahora he regresado a las libretas.
Lo que hago ahora, como Tip, es utilizar el dictado del teléfono: una vez he terminado el texto en la libreta, me lo dicto para pasarlo al ordenador, y luego lo corrijo en una leída, por si el dictado se inventó algo.
Por cierto, ¡ya estoy apuntada al curso! 🥰
Yo sí sé mecanografía y escribo muy rápido, pero supe que escribir a mano trae muchísimos más beneficios por las conexiones neuronales que se crean y demás, y desde entonces volví a mis libretas, aunque a veces no me entienda ni yo lo que estoy escribiendo ja ja ja
De siempre soy de libreta y bolis colorinchis. Además los clásicos bic, ahora en un montón de colores fuertes o pastel, tú decides 😊. Es un trabajazo eso de pasarlo a ordenador pero en mi caso no he escrito nunca un libro, así que las libretas me duran. De hecho tengo escrita una próxima newsletter sobre ello. Me ha encantado leerte ✨